Símbolos del Cristianismo

Símbolos de esperanza del Cristianismo

¿Qué es un símbolo? Desde la filosofía y la hermenéutica, Paul Ricoeur, protestante reformado francés, y siguiendo la tercera crítica de Emmanuel Kant, ha respondido: “‘El símbolo da qué pensar’.

Símbolos del Cristianismo

Esta sentencia que tanto me cautiva dice dos cosas: el símbolo da; no planteo yo el sentido, es él el que lo da; pero lo que da es ‘qué pensar’, aquello en qué pensar. …”.11 Los símbolos, especialmente los más elementales, son “el lenguaje insustituible del ámbito de la experiencia … del reconocimiento”.12

Los Símbolos del Cristianismo representan una realidad que está tras él, con la salvedad de que ésta se esconde u oscurece, según se vea o se le quiera proyectar a fin de abrirse a nuevas percepciones e interpretaciones.

La cruz staurós, entendida como símbolo, parte de una práctica sistemática de tortura y muerte desarrollada con fines didácticos para escarmiento de los testigos. El símbolo se opone al concepto, por lo tanto, estamos ante una expresión sensible de una realidad que busca atrapar nuestra atención en cuanto depósito de un sentido amplio, que puede rebasarnos, incluso, pero no dejarnos indiferentes.

cruz staurós

Tal vez por ello incomoda tanto al protestantismo más tradicionalista “Oh, yo siempre amaré esa cruz…”, decía antes el himno. Las diversas interpretaciones del símbolo saltan a la vista:

¿Cómo ha de entenderse esta muerte la de Jesús? ¿Fue el castigo de un criminal, que no se atuvo a las leyes religiosas y civiles en vigor? ¿Fue el final de un agitador político que suscitaba el levantamiento contra la soberanía romana? ¿O tal vez la muerte libremente aceptada, suicida, de un desesperado que se entregó a sí mismo en manos de sus adversarios? ¿O es la muerte de Jesús el asesinato de un incómodo maestro de la verdad, la prueba de credibilidad de un ideal, por el que un idealista luchó durante toda su vida, el sacrificio voluntario de un mártir, que permaneció fiel a sus ideales hasta llegar a un amargo fin?

Símbolos del Cristianismo la cruz

Jesús no fue subido a un símbolo para morir violentamente, porque la cruz histórica, como instrumento de tortura, fue una realidad física tomada de las prácticas criminales de un imperio real, efectivo, que mataba a aquellas personas que ponían en entredicho su proyecto de dominación: “El hecho de que la crucifixión se realizara según la practica romana hace que aparezca como segura la flagelación de Jesús indicación del lugar incierta, el despojamiento de sus vestiduras y la vigilancia llevada a cabo por soldados romanos en el lugar de la ejecución, aun cuando la narración no se apoye en testigos de vista, sino en el conocimiento del procedimiento usual”.

La cruz alcanza como símbolos del Cristianismo, también, de manera ambivalente como todo símbolo, la estatura de un símbolo de protesta, de aquello que no debe volver a suceder en la historia humana. Y es, al mismo tiempo, una profecía a la inversa: anuncia la posibilidad de que puede repetirse indefinidamente, pero también de que puede obligar a cesar la imposición de muertes violentas como la acontecida con Jesús y otros miles como él.

Según el primer evangelio, Marcos, el horizonte de la cruz como destino estuvo, para Jesús, muy claro, desde tiempo antes de la decisión de ir a Jerusalén 8.31-35; 9.30-32; 10.32-34.

A cada paso que daba, desde la radicalidad de sus acciones, se perfilaba progresivamente el conflicto de mayor intensidad que se avecinaba entre él y sus adversarios que, ya desde otros momentos, comenzaron a planear su asesinato.

Siendo el primer relato de estos sucesos, cobra gran relevancia el hecho de que será el modelo de los posteriores, especialmente por la magnitud que alcanza en cuanto a su extensión, comparada con la relativa brevedad de todo el documento.

Símbolos del Cristianismo

De él se desprenderán, especialmente para Mateo y Lucas, los elementos básicos más conocidos por la tradición posterior.

El primer bloque 15.1-5, coloca frente a frente a Jesús con Pilato en un diálogo imposible; el segundo 15.6-20, da fe de los entretelones de la decisión final sobre Jesús, a partir de la manipulación de la multitud y la inserción de episodio de Barrabás; el último bloque 21-41 incluye los detalles de la crucifixión, lentificados, paso a paso, en una suerte de acumulación intencionada de acciones y gestos simbólicos: Simón de Cirene actual Libia ayuda a cargar la cruz 21: la gentilidad africana presente; el lugar de la Calavera 22; vino y mirra 23: agudización del “sabor” del sufrimiento; repartición de sus ropas 24: menosprecio de la persona; la hora de la crucifixión 25: clímax cronológico; el título no explicado de la cruz 26: ironía y afirmación mesiánica; compañía de los ladrones 27: estirpe contradictoria; cumplimiento de la Escritura 28: el cántico del “siervo sufriente”; burlas y provocaciones de los testigos 29-32: cumplimiento del rechazo; y la oscuridad inesperada 33: sacudimiento cósmico. Esta acumulación llega a ser exasperante, pues reclama la explicación minuciosa de cada detalle para no dejar escapar el significado.

Es entonces cuando se hace referencia al salmo 22 lamento individual por excelencia, elemento también inaugurado por Marcos 15.34, quien lleva a cabo una profunda relectura del sufrimiento expresado por el autor originario: “El salmo 22 no es una pieza sapiencial, pero tampoco es un texto místico. No hay en él sufrimiento místico. … el salmo ‘nos dice que Dios persigue fines opuestos con el sufrimiento; está plenamente presente en él y actúa para superarlo. El carácter cruciforme de la vida es por doquier aparente. La acción resucitadora de Dios es más difícil de ver’ Patrick Miller”.15

A partir de la relectura de los evangelios, el sufrimiento del hablante del salmo 22 cobra un nuevo significado: “En el sufrimiento de Cristo, el sufrimiento de Israel recibe su marca registrada, marca que a lo largo del tiempo esperó con confianza y seguridad. … Así es cómo el sufrimiento de Israel se convierte en paradigma del sufrimiento humano”.16

A esa cita, ya clásica, le precedió, como se ha mencionado, la presencia del Antiguo Testamento, la de Isaías 53.12, que colocaba al crucificado, “siervo de Yahveh”, como parte de “los inicuos”.

En su turno para el análisis del salmo 22.1a, Ricoeur afirma:

Por lo que se refiere al “gran grito” de Jesús en la cruz, es digno de ser notado que no se reduce a la “cita” de un solo versículo, como sucede en muchos otros casos en que el Nuevo Testamento toma textos de la Biblia hebrea, en especial para mostrar que las antiguas Escrituras se “cumplieron” en el acontecimiento de Cristo. No se trata de una conexión hecha por el narrador, sino más bien de una nueva actualización de las mismas palabras, hecha por el personaje central de los relatos de la Pasión. Jesús agonizante envuelve su sufrimiento con las palabras del salmo, que él reviste, por así decir, desde dentro.17

La esperanza es retomada desde el hecho de que el “abandono” o “desamparo” es la ausencia de shalom, por lo que, al momento de ir en busca de la cruz como “símbolo de esperanza”, tenemos que buscar eso mismo ya desde el “espíritu positivo” del salmo que, al final, apunta hacia una especie de reivindicación vv. 29-32: “Todos los pueblos, se dice en él, se unirán en la alabanza y ni siquiera los muertos quedarán excluidos de un júbilo que, para ser universal, ha de ser total y eterno”.18

La clave para avanzar en ese sentido, ante la puerta abierta de la esperanza, es el comportamiento divino alrededor, cerca, arriba, encima y desde la cruz, como un “acompañante incierto” del sufrimiento de su Hijo en el madero de tortura. En esa línea se orientan las palabras de Bárbara Andrade:

…el Padre, como “el que está liberando” del sufrimiento y de la opresión, se ha mostrado en la cruz de su Hijo como “el que está resucitando”, es decir, el que es capaz de transformar un asesinato en el inicio eficaz de su “Reino” de la misericordia sin medida. Éste es un acto creador por excelencia y es el acto de un poder incomparable. El Padre es Dios en cuanto que transforma una sociedad violenta en una sociedad en la que él “habita” y en cuanto que desclava de la cruz a los crucificados como su Hijo. Ambas cosas juntas explican el poder de su misericordia sin medida y explican cómo es “por nosotros”. Este “por nosotros” apareció en el servicio de Jesús a favor del “Reino” —o de la “sociedad de contraste”—, en la que sana, perdona y comparte. El Espíritu Santo concreta este mensaje nuclear de la fe: en cuanto Espíritu del Hijo crea en los creyentes —en los que están “llenos del Espíritu Santo”— el servicio incondicional de Jesús por el “Reino” de su Padre; y en cuanto Espíritu del Padre nos capacita para hacer lo que hace el Padre: desclavar a crucificados y así transformar nuestra sociedad en una sociedad en la que “habita” Dios.19

Pero los símbolos del texto, que también demandan explicación, no se detienen: el velo del templo se rasgó v. 38: ¿pleno acceso a la presencia absoluta de lo sagrado?, el centurión romano reconoció su mesianismo v. 39: ¿exculpación del imperio o triunfo de la fe judeo-cristiana en el sentido misionero? y las mujeres muestran su enorme fidelidad v. 40-41: la fe ejemplar desde los márgenes de la sociedad aceptada.

Los Símbolos del Cristianismo en especial La cruz, como auténtico y efectivo símbolo de esperanza, está ahí, esperándonos siempre…aunque tambien tenemos otros simbolos del cristianismo como pueden ser: https://www.simbolosconsignificado.com/simbolos-cristianos-ichtus-o-ichthys-el-pez/